el MITO del virus asesino


Las epidemias son indicativas del estado de una sociedad


Era una tarde de mayo, pero no una tarde cualquiera.

La habitación estaba vacía, en silencio. Un tímido velo de humo, descubierto por un haz de luz, y un fuerte olor a nicotina mostraban que, sólo unos momentos antes, la estancia estuvo acompañada de al menos una persona, seguramente de varias.

Cruzando la puerta, en el exterior de la solitaria sala, varios militares vestidos de paisano circulaban mezclándose con el personal civil.

Tres plantas más abajo, el General Matausen reflexionaba sobre lo acontecido en la sala de reuniones ahora vacía.

Recordaba un primer correo recibido meses atrás que sugería la posibilidad de desarrollar un arma definitiva. Tras meses de reuniones, llamadas de teléfono, de correo de ida y vuelta, de carcajadas, de gritos, enfados, llegó el día. La I fase del proyecto Deimos fue aprobada.

Todo estaba preparado para el comienzo de la fase II del proyecto. Incluso el Presidente estaba entusiasmado con la idea. Pero Deimos se había ido al garete. El encuentro de esa mañana había sido el certificado de defunción del “arma definitiva”.

El proyecto parecía tan vivo hace sólo unas horas que, casi inevitablemente, Matausen se encontraba enredado en la autopsia mental del “cadaver”. El "sentido común" le decía que lo ocurrido era imposible y sin embargo la realidad era otra.

Esta historia comenzó finalizando la década de los 90, cuando un grupo de patólogos moleculares del  Instituto de Patología de las Fuerzas Armadas situado en Washington, DC, dieron los primeros pasos de lo que sería el embrión de Deimos. Con la tecnología y el conocimiento necesarios, lograron recuperar fragmentos de ARN del virus de la “gripe española”.

El sueño de lograr un arma definitiva se encontraba cerca. La “gripe española” mostró un especial ensañamiento entre los jóvenes con edades comprendidas entre los 25 y 34 años. 

El General llevaba meses visualizando la guerra perfecta. Un virus de la gripe que aniquilaría a las tropas enemigas sin disparar una sola bala. Mientras los soldados del enemigo fallecían, uno tras otro, las tropas vacunadas de EE.UU. avanzarían sobre cadáveres hacia la victoria final. Bastaba tener “sentido común” para presagiar que la próxima guerra sería una victoria total. Definitiva.

El sueño se rompió esa misma mañada. Un grupo de militares de alta jerarquía y representantes del gobierno junto con el comité científico decidieron terminar con Deimos. De un sobre brotó el desencanto. El informe científico era claro y concluyente:

La pandemia de gripe "española" de 1918 se caracterizó por una mortalidad excepcionalmente alta, especialmente entre los adultos jóvenes. 



  
Pero, estudiado el virus, los biólogos no encontraron ninguna singularidad que explicara la alta letalidad de la “gripe española”, llegando a la siguiente conclusión:

Ninguna de las dos mutaciones previamente caracterizadas en las proteínas HA y NA de cepas virulentas de influenza aviar  estaban presentes en el virus de 1918. 

La virulencia de los virus de la gripe es una función complicada de las características genéticas del virus en sí, el estado inmune de los infectados, la dosis y la vía de transmisión.

La evidencia de la letalidad del virus de la “gripe española”, tras su estudio era, por así decirlo, tan tímida que Deimos acabó archivado dentro de una voluminosa carpeta. 

El general Matausen, pasadas dos décadas del fin de Deimos, sigue sin entender nada.


El sentido común 

Pero el sentido común posee una voluntad inquebrantable. 

A mediados de la década del 2000, el equipo de Jeffery K. Taubenberger publicaba los resultados de su/otra investigación sobre el virus de la “gripe española”. No hallaron nada especial en el virus procedente de cadáveres congelados en 1918, ninguna mutación que explicara su supuesta letalidad:

Ni los genes HA de 1918 ni NA de 1918 tienen características genéticas obvias que puedan relacionarse directamente con la virulencia

El análisis de los genes hasta la fecha no ofrece una pista definitiva sobre la base genotípica de la excepcional virulencia de la cepa del virus de 1918.

Además, los experimentos de laboratorio demostraron que la “gripe española” podía ser tratada como cualquier gripe vulgar:

Los virus de la influenza que contienen genes del virus de 1918 sugieren que los virus similares a 1918 y 1919 sería tan sensible a los medicamentos contra la influenza: rimantadina y oseltamivir, aprobados por la FDA como otros cepas de virus (Tumpey et al. 2002)

Tras el estudio del virus, el equipo de Jeffery K. Taubenberger, por "sentido común", corroboró su credo: el virus era altamente letal. Aunque por otra parte,  el "virus asesino" cedía, como cualquier otra gripe con menos fama, ante los antigripales modernos. 

En 2018 John S. Oxford y Douglas Gill publicaron un paper al que titularon: “Un posible origen europeo de la gripe española y los primeros intentos de reducir la mortalidad para combatir las bacterias superinfectantes: una opinión de un virólogo y un historiador militar”

A falta de las  pruebas biológicas indiscutibles  que respaldaran el "sentido común"; escribieron un relato que integraba biología e "historia". 

Como cualquier detective de novela policiaca recorrieron las fuentes documentales de la época y las contrastaron con los conocimientos actuales. 

Los dos investigadores opinan que fue en 1916 y en Europa donde surgió un nuevo virus de origen aviar capaz de “colonizar” un cuerpo humano.

Un virus que debió de mutar para poder contagiarse entre humanos.

Por lo tanto, un nuevo virus potencialmente pandémico ingresó a la población humana. Aún así, como señalamos anteriormente, es probable que nuevas mutaciones permitieran una mayor diseminación del virus.

Un virus que sacrificó su letalidad por una mayor capacidad de contagio:

Consideramos que el virus de 1916 habría intercambiado una alta letalidad por un mayor nivel de infecciosidad, ya que se movió en un gran círculo de Etaples a los Estados Unidos y viceversa, en los cuerpos de los hombres de la Fuerza Expedicionaria del General Pershing.

Por tanto, este primer virus, del  que no sabemos si existió tal como es descrito, sería el causante de la “gripe española”.

En 1918, sospechan estos ivestigadores, este hipotético virus debió de mutar a una forma más agresiva. 

De tal forma que esta construcción histórica basada en unos cuantos y si esto, y si después lo otro, y si...  acabó encajando con el “sentido común”.

Los dos autores finalizaron su paper mencionando las vacunas:

podemos especular que, si los dos grupos RAMC hubieran concluido que la gripe era el problema subyacente, en Etaples y Aldershot en 1916, habrían tenido mejores bases científicas para embarcarse en un programa de vacunación de dos años.

A nuestros amigos John S. Oxford y Douglas Gill sólo les faltó añadir junto a la vacunación a gran escala la “ley mordaza” como medio de prevenir pandemias. Que es lo que dicta el “sentido común” contemporáneo.

El "sentido común" dice que la causa de una gran epidemia, como la de la “gripe española”, es una simple disfunción: el virus asesino. Aunque su virulencia no pueda ser explicada por ninguna carácterística particular del virus:

la virulencia aún no puede explicarse adecuadamente por el análisis de la secuencia de los genes HA y NA de 1918.

Contra el sentido común

La mayor parte de la comunidad científica acepta el "sentido común” como marco teórico de sus investigaciones sobre la “gripe española” y la reducción a un sólo factor causal (el virus). Pero también es cierto que la hipótesis del factor único está matizada por los propios científicos abducidos por este reduccionismo:

“La virulencia de los virus de la gripe es una función complicada de las características genéticas del virus en sí, el estado inmune de los infectados, la dosis y la vía de transmisión.”
Ann H. Reid, Thomas G. Fanning, Thomas A. Janczewski, and Jeffery K. Taubenberger

Cuando la hipótesis del factor único llega a la población en general, vía medios de comunicación, y "divulgadores" de “ciencia”, se transforma en la hipótesis del castigo divino

De la misma forma que Dios envió sus plagas como castigo a la humanidad: los virus y bacterias (que son muy malos) aparecen de golpe y se llevan por delante miles o millones de vidas al margen de otras causas. 

La hipótesis del "castigo divino” pasa por alto algunas cuestiones que reapasaremos ahora. Contra el sentido común.


La Epidemia de Neumonía

Aunque el virus de la gripe “española” fue capaz de provocar una respuesta inmune conocida como "tormenta de citoquinas" que fue letal para un pequeño porcentaje de las personas enfermas; la gran mayoría de las personas fallecidas por la “gripe española”, murieron a causa de neumonías bacterianas, no de gripe.

La mayoría de las muertes en la pandemia de influenza de 1918-1919 probablemente se debieron directamente a la neumonía bacteriana secundaria causada por bacterias comunes del tracto respiratorio superior.

De hecho, se dieron dos epidemias al mismo tiempo: la de la gripe y la de la neumonía bacteriana.

Todos los investigadores e investigadoras de la época y actuales coinciden en que los pacientes en su mayoría murieron de una neumonía bacteriana secundaria a la gripe. Neumonía que se podria haber tratado con un antibiótico si éstos hubieran existido en la época. 



El estado del organismo

Los "científicos", por "sentido común", creen que aunque la pandemia coincidiera con los últimos años de la I Guerra Mundial, y desapareciera terminada la Guerra, sin vacuna conocida, esto es sólo una casualidad.

Pero, contra el "sentido común", es conocido, es ciencia, no cabe duda de que la virulencia de un virus patógeno también depende del estado del organismo:

La virulencia también se ve directamente afectada por la fuerza general del sistema inmunitario del huésped, que a su vez puede deprimirse por la desnutrición, la fatiga y los altos niveles de estrés que pueden imitar el impacto de los corticosteroides orales. El sarampión, por ejemplo, es mucho más virulento en el contexto de la deficiencia de proteínas. La letalidad del sarampión del 10 al 50% en África tropical y los aborígenes australianos ofrece evidencia de que la desnutrición multiplica las tasas de mortalidad por esta enfermedad en una magnitud de 300 veces. Las variadas poblaciones angustiadas y desplazadas por la guerra pueden haber sufrido muchos daños inmunológicos.

Es un hecho que durante la guerra hubo escasez de alimentos en toda Europa. Situación que se fue agravando con el paso de los años. En Suiza el racionamiento de alimentos comenzó en 1917 y continuó hasta abril de 1920. En 1918, el año de la primera ola de la gripe española, apareció la cartilla de racionamiento en Inglaterra. En Alemania durante la I Guerra Mundial, unas 750,000 personas murieron por desnutrición y sus consecuencias. En 1913, cada adulto alemán consumió un promedio de 3.000 calorías; en 1917, la ingesta cayó por debajo de las 1.000 calorías. En toda Europa decenas de miles de personas murieon de hambre entre 1917 y 1920.

P.M. Newberne y G. Williams (1970) basándose en los resultados de las investigaciones de laboratorio llegan a la conclusión de que el curso de una enfermedad está relacionado íntimamente con el estado de nutrición del huesped.

Behar (1974) constata que un organismo debilitado resiste mucho menos los ataques de microorganismos invasores.


Las diferencias sociales

La “gripe española” no sólo mostró una mortalidad diferente entre poblaciones; también se comportó de forma distinta dentro de la misma población dependiendo de los ingresos económicos.

El historiador Christian Sonderegger (1991) estudiando la situación de la ciudad de Berna (Suiza) durante la “gripe española” encontró que las personas con determinado nivel económico, propietarias de la casas en la que vivían y con suficiente espacio, con la posibilidad de quedarse en la cama, tenían menos riesgo de morir de gripe que las que vivían en espacios alquilados e insuficientes de un barrio obrero.

Sobre la relación entre salud y factores sociales, Ruth Hubbard y Elijah Wald hacen referencia, en su libro “El Mito del Gen” (1999), a los datos recogidos en los años 70´s  por los servicios de salud pública británicos. Datos que muestran que, tras 25 años de acceso universal a la asistencia médica gratuita, los índices de mortalidad estaban relacionados con la pertenencia a determinada clase social: “cuanto más baja era la clase social de una familia. Mayor era la mortalidad de hombres y mujeres”. "Esto también se cumplia con las enfermedades infecciosas tratables".

Señala Sylvia Noble Tesh (1988), que las teorías reduccionistas y biologicistas intentan crear la ilusión de que los problemas de salud son sólo un problema técnico. De tal forma que los “científicos” “descartan hipótesis sobre los orígenes sociales de enfermedades por considerarlas no científicas y ´políticas´”. 

Poniendo todo el interés en el virus asesino, se aleja nuestra atención de otros factores que deberían ser tenidos en cuenta. Lo que nos lleva  a las ventajas de la teoría de la "plaga bíblica".


Sobre las ventajas de la teoría de la “plaga bíblica”

Es “científica”. Está respaldada por una amplia comunidad de científicos cuya carrera profesional está relacionada y depende del apogeo de la industria biotecnológica y farmacéutica.

Provoca temor.

Es sencilla. No se enreda en "política" con cuestiones como la guerra, la desnutrición, el problema de la vivienda, el paro, los bajos salarios, la precariedad laboral, la protección de las personas más vulnerables, la producción industrial ganadera, el desmantelamiento de la atención primaria, etc.

Simplifica el problema. El mito del “virus asesino” engendra soluciones sencillas: vacunación y orden público.

Es el triunfo del “sentido común”.

Y creo yo que la vuelta de los años 30 del siglo pasado.


Anexo:

Sobre virus

Reconozco cierto atrevimiento enla primera parte de este texto.Si hay algún error espero las oportunas correcciones.

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