ACOSO LABORAL Y PERFILES PSICOLÓGICOS


  "Ambos, abogados y médicos, existen para el beneficio de la sociedad, son los servidores de la sociedad;  la sociedad, en su propio interés, debe procurar que ellos estén pronto de acuerdo"
Havellock Ellis (1890)

Reflexionar sobre el perfil psicológico de una persona acosada requiere el esfuerzo de unir piezas de apariencia inconexas, para, como en un puzle, acabar por armar una imagen coherente de una realidad y, sorprendentemente y a diferencia del puzle, con la probabilidad de descubrir una representación distinta del modelo del que partíamos, es decir, de nuestros prejuicios, de nuestros juicios-previos.

Comenzamos este camino con la metáfora del gallinero de Ruth Benedict (1940): “Los hombre no han superado a la gallina en su corral; una gallina picada por el gallo, no ataca a éste, sino a otra gallina más débil: ésta ataca a otra más débil aún y así sucesivamente, hasta llegar al último polluelo, también el hombre tiene su orden de picoteo”. Por tanto, nuestro mundo, el mundo capitalista, es un gran gallinero donde la valía personal se mide por el “triunfo” individual y su necesario acompañante, el “fracaso” de los otros, de las otras. Incluso un juego “inocente” como el trivial, fuera del gallinero, puede ser vivido como una perversión. Por ejemplo, Klinberg (1935) resalta como los indios Dakotas , que vivían fuera del gallinero, jamás daban una respuesta en presencia de alguien que no conociera la respuesta. Esto me lleva a apuntalar una idea, el acoso, el maltrato, necesitan de un territorio y de unas relaciones sociales: el gallinero. Continuamos colocando otra pieza, el trauma, aunque el relato del viaje, por ahora, parezca algo disperso.

A finales del siglo XIX Charcot se había convertido en una celebridad. Con él, el estudio de la histeria entraba dentro del mundo de lo racional expulsando a la religión y a lo irracional del estudio de ésta. Charcot y sus discípulos demostraron que las posesiones, los estigmas y otros fenómenos similares, hasta ese momento dominio de sacerdotes y charlatanes, eran manifestaciones de un estado psicológico y no de una malformación orgánica o de una posesión demoniaca. 

Dos discípulos de Charcot van a ir un poco más lejos e indagarán en la causa o causas de la histeria, llegando a una conclusión, el origen de la histeria es traumático y relacionado con la sexualidad, estos dos discípulos son Janet y Freud. De hecho, las mujeres que estudió Charcot eran mujeres pobres con un pasado de abusos sexuales y malos tratos. En 1893 Freud afirmaba: “la histeria traumática ya era bien conocida; pero nosotros afirmamos que toda histeria no hereditaria es traumática”. 

Las vivencias traumáticas crean estados alterados de conciencia y sobre éstos se desarrollan los síntomas histéricos. Acerca de la psicoterapia de la histeria Freud, junto con Breuer, descubre que el recuerdo de la escena traumática es la cura para la histeria.

Freud no sólo escucha a la mujer maltratada, también legitima su rabia y rebeldía: “Así, dejé que la paciente exteriorizara su indignación contra su tío, relatando sus enormidades, insultándole. Este tratamiento le hizo mucho bien”. (1898)

Pasados unos pocos años, a finales de 1897, Freud va cambiado de opinión, aunque va dando una de cal y una de arena. En 1900, con su famoso caso Dora, el giro ya está dado. Mientras la histeria, junto a su pasado de abusos y violaciones, era cosa de pobres la teoría no fue problemática para Freud, pero cuando los mismos terribles hechos eran puestos a la luz por mujeres de la burguesía, cuyos testimonios ponían en evidencia la generalización de los abusos dentro de las familias cultas y adineradas, evidenciando que amigos y familiares cercanos a las víctimas eran los sujetos perpetradores de los abusos, Freud da la espalda a su teoría del trauma y formula una nueva teoría: los testimonios de estas mujeres maltratadas son fantasías, y ,cuando son ciertos, son estas mujeres las seductoras, las que provocan a los hombres buscando satisfacer una necesidad inconsciente de castigo.

Aquí es donde llega otra pieza que falta a este rompecabezas, los perfiles psicológicos de las personas maltratadas. Si bien Freud no pudo aceptar sus propios descubrimientos, incompatibles con su concepción del mundo y con la buena imagen que tienen las clases acomodadas de sí mismas. Janet, que nunca abandonó la teoría del trauma fue aislado y olvidado por la “ciencia” y los mecenas de ésta.

 Es una práctica habitual, dentro del gallinero, legitimar la opresión, la explotación y los abusos de poder. El caso del maltrato no es una excepción. Todo un ejército de psicólogos, psiquiatras y otros profesionales, en nombre de la “ciencia”, es el que a lo largo del tiempo han tratado de justificar, "explicar", la situación de abuso por las características de la víctima. 

Un ejemplo de ésto: corría el año 1863 y las siguientes afirmaciones del doctor James Hunt (1833-1869) son parte del consenso científico de la época: “Puede decirse que los negros semejan escolares; es imposible hacerles trabajar. No aprenderán nada si no se les obliga. A veces es preciso azotarles. No es necesario, desde luego, tratarles mal, pero el castigo corporal es absolutamente necesario”.

Todavía es habitual escuchar o leer como la mujer que sufre el maltrato es calificada como dependiente, se recalca que repite patrones aprendidos en la infancia, describiendo la relación entre maltratador y maltratada como una simbiosis y no como lo que es, una situación de maltrato con un responsable único: el maltratador. 

Este “perfil”, de mal-tratada, es compartido por otras personas que sufren situaciones de maltrato prolongado: prisioneros de campos de concentración, torturados, rehenes, esclavos, etc. Sin dejar claro que estos “perfiles” se elaboran después de la situación de maltrato, que estos “perfiles” reflejan sólo las consecuencia de la propia relación prolongada de maltrato, no otra cosa, y que, por tanto, no son realmente perfiles psicólogicos. Se quiera o no se quiera, se sigue justificando la conducta del maltratador estudiando la “naturaleza” de la persona maltratada.

Sobre esta cuestión, uno de los padres pioneros de la psico-farmacología, Laborit (1989) describe de forma muy realista lo siguiente: “Cuando uno es un obrero especializado y el rapaz es un jefecillo cuya cabeza y su comportamiento con nosotros no nos conviene. No se puede huir, pues dejamos de trabajar. No se puede combatirlo por la lucha, pues se combatiría al mismo tiempo la noción de jerarquía que constituye la fuerza de las sociedades. Y veríamos bastante rápidamente cómo llega la gendarmería. Pasan los días, las semanas, a veces los años y seguiremos en inhibición. Y bien, cuando esta inhibición dura, se vuelve catastrófica para nuestra salud”. Como vemos, Laborit relaciona el deterioro de la salud con la “inhibición” de la conducta como resultado de una relación, desigual y cargada de abuso de poder, y no por el “perfil“del obrero especializado o la neuroquímica de su cerebro.

Terminamos con una pieza nueva. Lo que se hace y no se hace, y la reflexión sobre ello. Nadie se dedica a hacer perfiles psicológicos de los ciclistas, aunque hay muchos atropellos todos los años, ni a elaborar el perfil psicológico del alpinista, aunque son frecuentes los accidentes y las muertes dentro de este colectivo. Cuando el ciclista o el alpinista llega al hospital lo que interesa es curar sus heridas y no su perfil psicológico. Lo mismo debería ocurrir cuando la persona maltratada llega a la consulta. Entonces, ¿Qué puede aportar un perfil psicológico de las víctimas de maltrato?

El acosado o acosada en su centro de trabajo, y fuera, siempre está bajo sospecha. Si acude a consulta lleno de rabia e ira, rebelde, sin aceptar la situación de maltrato, es muy probable que el médico sentencie: no cumple el perfil de acosado/a. El médico, representante del gallinero, deja un mensaje: “vuelve a consulta cuando te hayan destrozado”, cuando cumplas el “perfil”. Si es una mujer la rebelde, se dirá que es una histérica, que está loca. Pero si el maltrato va dejando huella, enfermando a la víctima, siempre queda el “algo habrá hecho” y la “ciencia” hablará de ella, de si le falta o sobra alguna cantidad de algún neurotransmisor, de su “perfil psicológico”, no sobre la situación de maltrato. Dirá que tiene la autoestima baja, que es dependiente, que se identifica con el agresor, que es una persona floja, sólo falta decir que se lo está buscando. 

Volvemos a repetir que estos “perfiles” se elaboran después de la situación de maltrato; que estos perfiles no reflejan ninguna característica especial de las víctimas, sino las consecuencias de una relación de maltrato prolongada en el tiempo. A este respecto, recurrimos al “perfil” elaborado por Piñuel (2001): Los acosadores seleccionan casi siempre un mismo perfil o tipo de personas: aquellas cuyo modo de vivir, alegría, felicidad, situación familiar, capacidades, talentos, carisma [u] orientación ética despiertan en ellos, debido a sus profundos sentimientos de inadecuación (complejo de inferioridad), insoportables celos y envidia personal [o] profesional”. Que como vemos, deja claro que acosados o acosadas podemos ser todos y todas.

Bibliografía recomendada:

Judith Herman. Trauma y Recuperación: cómo superar las consecuencias de la violencia. Ed. Planeta. 1991

Freud: S. La Histeria. Alianza Editorial. Madrid. 1966

Peset, José Luis. Ciencia y marginación. sobre negros, locos y criminales. Ed. crítica. Barcelona. 1983

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